MODA EN TIEMPOS DE COVID-19
Model: Levie Photo: Lucilla Bellini Styling: Daniel Albericio Clothing: Phoebe English

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A las puertas de la semana de la Fashion Revolution, el mundo de la moda, tal y como lo conocemos, se tambalea. Las ventas se desploman hasta un 60% y las dudas son comunes alrededor del globo: ¿qué nos depara el futuro?

El mundo en cuarentena. Media humanidad se encuentra confinada en sus domicilios y, de igual manera, la lista de tiendas que han cerrado a causa de las cuarentenas en cada país es interminable, suponiendo la destrucción de miles de empleos a lo largo y ancho del globo, la acumulación de stock y, evidentemente, una drástica bajada de las ventas. Algunos comercios siguen sobreviviendo (aunque malheridos) gracias a la venta online, pero la baja demanda de productos hace que los cimientos de un sector multimillonario estén a punto de ceder. Según el periódico The Guardian, el 80% de las marcas de moda europeas auguran un futuro incierto tras esta pandemia, desde gigantes de la moda rápida como Primark e Inditex, hasta grandes conglomerados del lujo (Burberry ya ha reportado pérdidas millonarias) y marcas míticas (Adidas ha tenido que recibir 3.000 millones de euros de entidades alemanas.

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Más allá de estas cifras se encuentra también el factor humano: dependientes, encargados de tienda, logística, diseño... Incontables puestos de trabajo que penden de un hilo. Recordemos también un dato importante y centrémonos, sobretodo, en las cadenas del llamado fast-fashion: antes de llegar a las perchas y estantes de las tiendas, todos estos productos son fabricados en algún sitio, normalmente lejano a Europa. Aquí reside un verdadero peligro: el efecto dominó. El cierre de comercios y centros comerciales supone la cancelación de pedidos de stock de nueva temporada. Tengamos en mente una fábrica en Bangladesh, India o Camboya. Pedidos de miles de prendas (ya fabricadas, ojo) son cancelados desde que la pandemia estalla y nos vemos obligados a permanecer en casa. ¿Qué sucede con todo este excedente de producto? Y más importante aún, ¿qué sucede con los empleados de dichas fábricas enmarcadas en países con economías en desarrollo?

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Volvamos atrás en el tiempo, hasta 2013. El 24 de abril de ese mismo año, una escena terrorífica se daría lugar en una fábrica en Savar, a las afueras de Dhaka, en Bangladesh (¿recuerdan las economías en desarrollo que mencionábamos más arriba?). El día anterior, según narra Dana Thomas en su obra Fashionopolis: el precio de la moda rápida y el futuro de la ropa (2019), los trabajadores de la fábrica “estaban ocupados cosiendo cuando una explosión sacudió el edificio y agrietó como una falla un muro del segundo piso”. Un ingeniero quiso declarar el inmueble en ruina de inmediato, pero la negativa del responsable del mismo fue clara. “Todo el mundo fue enviado a casa, pero se les ordenó regresar a la mañana siguiente”. Al día siguiente, mientras los trabajadores estaban inmersos en sus tareas, se fue la luz, se encendieron los generadores y “mientras los motores retumbaban, el edificio comenzó a temblar”. Lo que sucedió fue una tragedia en la que el edificio fue reducido a polvo, escombros y muerte. Sí, hablamos del colapso del Rana Plaza.

Model: Levie Photo: Lucilla Bellini Styling: Daniel Albericio Clothing: Phoebe English Choker: Santi Carballo

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Indemnizaciones insuficientes, dolor extremo, secuelas que peruran hasta el día de hoy, culpabilidad no aceptada por parte de las empresas que ahí fabricaban sus prendas... Tiempo después nace Fashion Revolution y, con ella, la lucha por un sistema de producción de moda más justo, ético y sostenible a todos los niveles. 

Y aquí nos encontramos de nuevo, a las puertas de cientos de fábricas que han visto su producción mermada hasta niveles extremos, con pedidos ya realizados, váyase a saber si algún día serán pagados, y ante miles de almas a punto de perder sus empleos en sistemas socio-judiciales que no disponen de recursos como prestaciones por desempleo, ayudas o rescates como de los cuales podemos presumir muchos de nosotros; tampoco se podrán escudar en inspecciones de trabajo que garanticen los derechos de los empleados debido a la corrupción existente. Encargados autoritarios, abusivos y crueles. Torturas inimaginables y una esperanza oscura, muy oscura.

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Qué futuro le espera a esta gente? Y en el mundo de la moda en general, ¿servirá una desgracia como el Covid-19 para reestructurar el sistema de producción y crear cadenas más limpias y respetuosas? ¿Qué nos depara la sociedad post-coronavirus? ¿Llegará el día en el que no haga falta nada como la semana de la Fashion Revolution porque la consciencia colectiva habrá erradicado los problemas que esta combate? Queda mucho para superar esta pandemia. Y aún más para alcanzar nuestros objetivos de justicia y sostenibilidad. Pero mientras tanto, no cabe duda de que seguiremos luchando.